Al llegar a casa por la tarde, todos los padres emprendemos la misma batalla: deberes, ducha, cena y a dormir. Y no siempre se consigue a la primera. Nos toca hacer cumplir las normas.
Dime como mandas y te diré cómo serán. Según el modelo de autoridad que uses en casa, así serán tus hijos de adultos.
Ana tiene 12 años y cuando llega a casa después de música, sabe que le toca descansar pero poco tiempo porque tiene que hacer los deberes. Sus padres le dicen que tiene que ponerse ya con sus deberes pero hoy está cansada y se hace la remolona, al final se gana un castigo y esa noche no podrá ver su serie favorita. Se llena de rabia y de pocas ganas de colaborar y la guerra esa tarde está asegurada.
Pedro es un niño de 10 años y llega a casa después de su extraescolar, sus padres se muestran afectivos y lo primero que recibe son besos. Le dicen que descanse 5 minutos y que después deberá empezar a hacer los deberes. Pasados los 5 minutos, él sigue descansando, no le apetece nada ponerse a hacer deberes. Sus padres le advierten que debe empezar ya o se le hará tarde, después de 5 minutos más, Pedro todavía no ha empezado. Su madre entra en su habitación y se queda allí hasta que Pedro se sienta en su escritorio a hacer sus tareas, manteniéndose firme con la orden que le ha dado.
María tiene 11 años y al llegar a casa después de natación, sus padres le recuerdan que debe hacer los deberes. Ella está cansada y no quiere hacerlos. Les pide ver la TV un rato para descansar y la dejan. Vuelven a recordarle los deberes más tarde y María se enfada y les dice que está cansada. Para no entrar en discusión, los padres de María dejan que siga viendo la TV toda la tarde.
Tres casas, tres familias y tres maneras de ejercer la autoridad.
1. Modelo Autoritario y sus consecuencias.
A la larga pueden producirse dos efectos: que se rebele ante todo lo impuesto y sea incapaz de cumplir normas o por el contrario que viva reprimido e incapaz de decidir por sí mismo.
Este estilo genera malestar y situaciones conflictivas. La adolescencia suele ser difícil porque la rebeldía es mayor. Toda la ira y la rabia acumulada estalla en esta etapa. De adultos, suele haber bastante distancia afectiva con los progenitores.
2. Modelo de autoridad firme
La familia de Pedro suele recibirlo con afecto. El primer encuentro es positivo, no saludan con una orden, dan preferencia al bienestar y por eso le proponen un descanso. Cuando ven que después de un par de avisos, Pedro no obedece, van a su habitación para hacer cumplir la orden de manera firme. Pero no usan el castigo enseguida, prefieren conseguirlo con la firmeza y la insistencia. Guardarán el castigo para otro conflicto mucho más serio. Es un modelo de autoridad sana. El niño reconoce la figura de sus padres como una figura de autoridad legítima, una figura que le protege y le muestra lo que es mejor para él. Le ayuda a tomar buenas decisiones. Cuando pone normas se mantiene firme pero siempre hay espacios para el afecto, el descanso, la comunicación y el bienestar. No todo gira entorno de cumplir las normas.
El niño se volverá un adulto seguro de sí mismo, capaz de tomar decisiones y con buena predisposición a cumplir con las normas de convivencia.
3. Modelo permisivo
La familia de María no pone límites y cede ante las peticiones de la niña. Las ganas que tenga ella de hacer las cosas serán el parámetro para tomar decisiones. El menor queda vulnerable ante la falta de protección y no aprende a postergar sus deseos. Un niño sin límites es como un barco sin brújula, no sabe a dónde va y se siente perdido. Además como no saben lo que se espera de ellos ni lo que deben hacer en cada momento, sienten ansiedad. Saber lo que los demás esperan de nosotros nos da seguridad, por eso estos niños crecen inseguros y ansiosos.
Serán adultos que se dejarán guiar por sus ganas de hacer las cosas (ahora no me apetece o ahora si mi apetece) lo que les llenará de insatisfacción. Les costará tener una rutina y sacrificarse por algo. Serán intolerantes a la frustración e incapaces de pensar en lo que es mejor a largo plazo, dejándose llevar por lo que sienten en el momento.
Conclusiones
Una de nuestras funciones como padres es la de poner los límites y hacer cumplir las normas. Primero empezamos con las normas básicas de higiene y alimentación: come, lávate los dientes, es hora de ir a la cama, toca ducharse etc…
Cuando ya las tenemos casi conseguidas, nos toca empezar con las otras: haz los deberes, prepara tu mochila, recoge tu habitación…
Después seguimos poniendo hora límite de llegada y semanada.
Y así nos pasamos la mayor parte de nuestra vida de padres, poniendo límites y haciendo cumplir normas. Enseñando a nuestros hijos a convivir y a mantener rutinas de vida sana. Por eso es tan importante que lo sepamos hacer bien porque si usamos el autoritarismo por miedo a la desobediencia, estaremos peleándonos con nuestros hijos la mayor parte del día y si optamos por no pelear y dejar que haga lo que quiera, no cumplimos con nuestra misión.
Por eso, sólo nos queda la opción de una autoridad firme y afectiva, donde haya espacio para la comunicación y el afecto pero donde las normas se hacen cumplir con firmeza. No hace falta gritar o castigar en cada norma para conseguir que las cumplan, prueba con ponerte al lado de tu hijo/a con cara seria y con firmeza hasta que haga lo que le has dicho y verás como sin gritar y sin castigar lo consigues. Deja los castigos para situaciones más complejas.
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