Seguro que os ha pasado más de una vez que cuando habláis con vuestro hij@ adolescente parece que habláis idiomas diferentes. No logramos entendernos y eso cuando conseguimos hablar, porque la mayoría de veces lo que hay entre ellos y nosotros es un profundo silencio. Parece que nos separa un abismo, pero realmente no son demasiado distintos a como éramos nosotros a su edad. La adolescencia siempre ha sido mal vista. Frases como esta lo demuestran:
Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y les faltan al respeto a sus maestros.
Sócrates (470 AC-399 AC) Filósofo griego.
Siglos más tarde no hemos cambiado mucho de opinión. Pero no todo es así de simple. Es una etapa difícil, de muchos cambios físicos, psicológicos y hormonales. Pero es injusto simplificarlo con ese tipo de frases. Ser adolescente no es fácil y ser su padre lo es todavía menos.
Hay algo que nos puede ayudar a entenderlos y es recordar cuando nosotros teníamos 15 años, qué sentíamos, cómo vivíamos las cosas, todo era muy exagerado, lo malo era malísimo y lo bueno era buenísimo, los amigos eran amiguísimos o eran el peor de los enemigos. No hay términos medios, todo se vive en los extremos. Entender qué sienten nos acercará más a lo que piensan, entender esta época de cambios nos acercará más a nuestros hijos.
Pero hoy voy a ir más allá, voy a describir las reglas básicas que debe tener el idioma que usemos al hablar con nuestros hijos:
1. Evita los sermones
Nos pasamos el día diciendo cómo deben hacer las cosas para que no cometan los mismos errores que nosotros. Cuando nuestros hijos nos explican algo de su vida, nuestra primera reacción no puede ser la del reproche, la del sermón o la de decir qué deberían haber hecho en vez de….
Esto corta toda comunicación con nuestros hijos de raíz. Debemos evitar soltar siempre un sermón. No pasa nada si cometen algún error. Cuando nos cuenta algo que ha hecho mal, nuestra primera reacción es el enfado y muchas veces ya hemos soltado el gran sermón en su segunda frase. Si nos controlamos y le dejamos hablar, tal vez nos sorprenda su madurez, puede que ya haya aprendido la lección y por lo tanto no hará falta el sermón. Podemos preguntarle cómo se siente y cómo ha pensado arreglarlo y ofrecernos por si nos necesita. Así nos aseguramos que cuando se meta en problemas volverá a contar con nosotros.
2. Escucha atentamente
Escuchar significa escuchar. Hay un proverbio chino que dice que tenemos dos orejas y una boca, para escuchar el doble de lo que hablamos. Cuando nuestro hijo quiere hablar con nosotros es porque lo necesita en ese momento, no puede esperar. Deberíamos dejar lo que estamos haciendo y escuchar atentamente lo que nos quiere decir. Así conoceremos bien lo que le pasa, lo que siente y lo que le preocupa. Muchas veces les preguntamos esperando sacar toda esta información y raras veces logramos una respuesta más larga de un monosílabo. Entonces, ¿Por qué dejamos escapar la oportunidad de escuchar cuándo nos hablan?
3. Explícales tus historias
Tú dile: cuando yo tenía tu edad había un amigo mío de clase que…..y verás cómo llamas la atención de tu hijo. Más que un sermón vacío, dale una vivencia tuya, explícale lo que tú hiciste y cómo te sentiste. Háblale de emociones, se entienden mucho mejor que los sermones.
4. Crea espacios de comunicación
Comer en familia, ir al cine juntos, compartir alguna afición o acompañarle a alguna actividad extraescolar, son momentos que propician la comunicación. Si tú disfrutas de este tipo de encuentros en casa, te será mucho más fácil conversar con tu hijo/a. Si no los tienes, ha llegado el momento de crearlos!
5. Todo lo que le importa es importante
Cuando nos explican algo que les ha pasado, debemos entender la importancia que tiene:
María se ha discutido hoy con su mejor amiga y llega llorando a casa. Su madre, que ya ha visto estas peleas casi cada semana y que ya sabe que al día siguiente volverán a ser amigas, no le da importancia. Y María le reprocha:
“Nunca te preocupas por lo que me pasa, siempre me dices que son tonterías y que mañana volveremos a ser amigas!”
La madre de María, posiblemente tiene razón, pero eso no le sirve a su hija porque ella está desconsolada y busca el apoyo incondicional de su madre.
Todo lo que es importante para nuestros hijos, importa, aunque sea a ojos de un adulto, un hecho insignificante. Debemos escucharlos y darles la importancia que para ellos tiene.
6. No uses gritos
Si cuando nuestro hijo/a nos cuenta algo que ha hecho mal en el instituto, lo primero que oye son nuestros gritos y nuestros reproches, conseguiremos dos cosas: una, que no nos escuche y dos, que no nos vuelva a contar nada.
Un adolescente valora mucho que le traten con respeto y los gritos son la peor falta de respeto que les podemos mostrar.
7. No compares
No los compares con sus hermanos ni con sus amigos. Cuando los comparamos les estamos diciendo: “no me gusta cómo eres, los demás lo hacen mejor”. Esto no motiva, al contrario, genera pocas ganas de mejorar, porque etiqueta a la persona: eres malo en esto, si eres malo en algo, el esfuerzo no cabe porque una etiqueta nos dice cómo eres y eso da la sensación que no se cambia. Pero si tú le dices: “sé que puedes hacerlo mejor”, le estás diciendo que confías en su capacidad de hacer las cosas bien y esto sí que mueve al cambio, esto sí que les motiva a sacar la mejor versión de sí mismos.
8. No interrumpas:
Deja que acabe, no te adelantes aunque sepas lo que viene después de la primera frase. Si no dejas que termine, no se sentirá jamás escuchado y harás que se sienta constantemente juzgado.
9. No olvides que ya no es un niño:
Trátale como un adulto, sobre todo delante de sus amigos. Evita sermonearle o criticarle delante de la gente. Respeta su espacio personal y sus opiniones, no quieras siempre imponer las tuyas, quién sabe quizá tiene razón y debes cambiar tu punto de vista.
Es verdad que en la adolescencia el grupo de iguales es lo más importante. En la infancia la familia es el eje central de nuestros hijos y nosotros somos sus héroes. En la adolescencia, ya ven nuestros defectos, ya no somos sus héroes, ya no les podremos curar una herida a besos y esto es una pérdida que debemos asumir. Pero no todo está perdido, los adolescentes siguen necesitando la seguridad del hogar, para ellos es importante estar bien con la familia y poder contar con ellos y aunque no les gusten las muestras de cariño en público, recuerda que sí las aceptarán en la intimidad, así que no dejes de dárselas. Las muestras de afecto son la mejor comunicación no verbal que les podemos ofrecer a nuestros hijos, pero recuerda no hacerlo nunca delante de sus amigos 😉
La verdad es que creo que en muchas ocasiones olvidamos que los padres también fuimos adolescentes, olvidamos esa etapa de nuestras vidas, una etapa tan importante que no se cómo podemos olvidarla.
Quizás porque he tratado con varios adolescentes a lo largo de mi trayectoria profesional cuando estaba en activo, quizás porque siempre he mantenido una parte de mi adolescencia muy presente o sea por lo que sea creo que ha sido fácil poder establecer una conexión con ellos cuando he tenido que tratarles. No obstante, no se cómo será cuando mis hijos lleguen a esta fase por lo que espero tener en fresco todo lo que mencionáis en este artículo y no caer en los errores tan habituales en los que sin darnos cuenta caemos: las comparaciones, los sermones, los silencios, las prisas, las interrupciones y la negativa a aceptar lo inevitable, que los hijos crecen y dejan de ser niños.
Gracias por el artículo, sin duda de gran ayuda para los padres con hijos adolescentes.
Sara de http://www.mamapsicologainfantil.com
G RACIAS POR LOS COMENTARIOS, LA VERDAD QUE LOS PONDRE EN PRACTICA YA QUE POR MOMENTOS COMO MAMÁ TENGO CIERTOS DISGUSTOS CON ELLA.SIENTO QUE A VECES NO ME RESPETA, PERO SE EN EL FONDO QUE ES UNA BUENA HIJA.