“Creo que vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir. Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida”
“Hay que plantearse muy seriamente a qué dedicamos nuestro tiempo. Nadie en su lecho de muerte piensa: “Ojalá que hubiera pasado más tiempo en la oficina o viendo la tele”, y, sin embargo, son las cosas que más tiempo consumen en la vida de la gente”
Carl Honoré
Cuando lees frases como estas, te planteas muy seriamente a qué dedicas tu tiempo y cómo lo haces. El día tiene 24 horas, ni un minuto más ni uno menos, pero las cosas que tenemos que hacer, muchas veces, supera sin duda ese tiempo. Vivimos deprisa, vivimos sin tiempo para gestionar nuestro tiempo. La mayoría de veces, no nos paramos a planificar, a priorizar y a determinar en qué queremos gastar nuestro valioso tiempo, simplemente nos dejamos llevar por los acontecimientos, sin pensar. Este ritmo de vida, no nos deja disfrutar, corremos por la vida sin parar a respirar. Mientras hacemos una cosa, pensamos en las que vamos a hacer después, ni siquiera dedicamos tiempo a la tarea que estamos haciendo en ese momento. Nuestra mente corre, vuela de un sitio a otro aumentando así nuestra sensación de estrés.
Corremos siempre por el carril izquierdo sin observar ni siquiera la carretera y en esa carrera subimos a nuestros hijos. Llenándoles los días de actividades extraescolares y de carreras de casa al cole, del cole a la actividad que toca y de aquí corriendo a casa a cenar y a la cama. Cuando acaba el día, si miras los segundos que has dedicado a disfrutar de tus hijos, suelen ser cero, porque teníamos demasiada prisa para llegar a tiempo a todos los sitios. ¿Dónde nos lleva esto?
Cada vez más, cuándo pienso en un momento agradable, lo veo en cámara lenta, veo un desayuno tranquilo con mis hijos, con la mesa llena de tostadas, mermelada, zumo y café. El olor, el sabor, sin levantarme mil veces de la silla, sin TV y sobre todo sin prisa. Eso es lo que quiero. No se trata de vivir lento siempre, todos los días de la semana, en todas las áreas de mi vida, pero sí se trata de priorizar, de dedicar tiempo a lo que es verdaderamente importante, a no tener la sensación de correr todo el día y de poder hacer las cosas siempre de una en una, dedicándoles la atención que se merecen. Quiero tiempo para observar cómo crecen mis hijos, tiempo para hacer un bizcocho con ellos, tiempo para leer, para trabajar y para poner una lavadora sin notar esa sensación constante de tener que correr para todo y no llegar nunca a tiempo a nada.
Te propongo un sencillo ejercicio: recuerda un momento agradable de tu vida, puede ser de la infancia o de la juventud. Intenta revivirlo durante un minuto y ahora contesta estas preguntas:
¿Era un momento lento o rápido?
¿Te veías a ti mismo corriendo de un sitio a otro?
¿Estabas viendo la TV o estabas con alguien importante en tu vida?
¿A qué estabas dedicando tu tiempo?
Si los momentos que recordamos de nuestra vida son lentos, son compartidos y son agradables, ¿Por qué nos empeñamos en correr de un sitio a otro?
Si queremos llenarnos de estos momentos, debemos empezar a priorizar y decidir en qué y cómo gastamos nuestro tiempo y sobre todo a qué ritmo.
Deja una respuesta