Actualmente el término felicidad, casi siempre, va asociado a las cosas materiales, a poder obtener todo lo que queremos.
Como decía Spinoza, filósofo neerlandés, la esencia del ser humano es el deseo.
Siempre deseamos algo que no tenemos, lo convertimos en una necesidad, en un anhelo. Este anhelo se convierte en sufrimiento al no poder conseguirlo. Tener una buena casa, un buen coche, poder hacer grandes y espectaculares viajes cada año, tener lo mejor de la tecnología…
Uno de los mayores errores, como sociedad en general, es la búsqueda de satisfacción personal o felicidad en lo material, en lo tangible.
Para combatir este fenómeno nació el estilo de vida minimalista.
Ryan Nicodemus y Fields Millburn, impulsores del estilo minimalista, nos presentan esta
forma de vida para saber separar lo esencial de lo innecesario. Resumiendo mucho este concepto, “menos es más”.
La felicidad, en este estilo de vida, consta en el desapego. En deshacernos de esas cosas materiales que no usamos, esas que tenemos que desempolvar de vez en cuando pero nos negamos a ello. No significa que tengamos que tirarlo todo, sino, de quedarnos con eso que utilizamos o nos llena emocionalmente, de lo que disfrutamos.
Constantemente estamos bajo estímulos que nos incitan al consumo y a la motivación de alcanzar la plenitud y la felicidad a costa de los últimos productos del mercado.
Un claro ejemplo de esto son las campañas de marketing de productos de telefonía móvil. La gente hace cola para conseguir las primeras unidades de los últimos modelos de sus aparatos tecnológicos. Esa misma gente que después de hacer horas y horas de cola y hacerse con el preciado objeto empiezan a ahorrar para el dispositivo del año que viene.
Los principios básicos de esta filosofía y estilo de vida son los siguientes:
- Evitar la acumulación. Reduce a lo que verdaderamente es esencial todo aquello que llena tus cajones, estanterías y demás. Si tienes un hogar ordenado y limpio, con aquello que verdaderamente te hace feliz, estarás más cerca de hallar bienestar.
- Practicar el desapego. La mayoría de objetos tienen asociado un recuerdo, la persona que nos lo regaló, o una experiencia. No obstante, somos más poderosos que el apego al objeto, el recuerdo queda en nosotros no en el objeto, y por ende, no nos quedamos anclados en un pasado que a veces, puede resultar entorpecedor para nuestro bienestar.
- Controlar el consumo de información. Actualmente tenemos una gran información a nuestro alcance, tanta, que estamos sobreinformados. Se debe cribar la información que se necesite o se busque. Se puede caer en la pérdida de tiempo buscando cosas innecesarias o informaciones falsas.
- Saber decir no a compromisos. La productividad no solo se queda en el terreno profesional y laboral, también debemos incluir aquellos compromisos sociales que sabemos que no serán productivos. Quedadas con amigos o familiares inoportunas, gente tóxica, reuniones por compromiso… El objetivo de quedar o verse con alguien debe ser siempre el bienestar emocional.
- Reduce el pack tecnológico. No es necesario que tengamos un móvil, un portátil, ordenador de mesa, tablet, etc. Reduzcamos lo máximo posible el número de estos dispositivos. Recordemos que es una felicidad a corto plazo. Disfrutemos de las pequeñas experiencias y reduzcamos nuestras posesiones a las que nos son necesarias a nivel emocional y material. Para un contenido más extenso y concreto existe la web de “The Minimalists”, en la que hacen una pequeña guía tratando de dar otro enfoque a la vida consumista que conocemos y que la sociedad refleja. También tienen un interesante documental en Netflix. Unos de los elementos más importantes de la felicidad es la libertad de pensamiento, establecer una alternativa a lo socialmente establecido, cambiar creencias, gustos sociales y ser reflexivo. Todo ello para alcanzar el bienestar emocional.
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